sábado, 4 de abril de 2009

Por la charla evocadora de aquella noche.. D




Cada halito impregnado de vida creaba alegorías de deseos. Los espacios dictaban sonetos cáusticos de presencias entrañables bajo el estertor de la distancia. Buscaba el reto que contornea tus rastros, inmutando tu mente, rasgando recuerdos y, torturándote entre ellos.

Torturarte… para darle sentido al verbo, y demostrarte su eficacia e indudable fervor, te haré ver sangre… tu sangre. Seré más veraz y furtiva que un mordisco, seré filosa e impávida sobre tu piel, y tú, serás lo que te preside antes de ser mi vástaga, mientras me divierto con tus breves e incipientes quejidos. Daré rienda suelta a mis instintos sobre tu piel, hasta que tus gritos cesen y mi sadismo mengue. El cántico sanguinario será entonado por el crujido de mis dientes adentrándose en tu tez suave y lozana, el brillo determinado por tu pudor será mío y el miedo creado en estancia de tales fluidos acallará tu voz, inhibiendo las ansias que salen a flote entre la insoslayable excitación.

— Ha pasado un milenio de lunas, mi chiquilla. ¿Crees poder hacer aflorar mi sed y colmillos, ejecutando la parsimonia con que envuelta entre mis desvelos e imágenes, te entregas empedernida? ---Pregunté con cierta intriga e instigación.
Sólo recuérdame pedirte que me tortures, dicho momento… despide tanta belleza como la emitida por la silueta de tu cuerpo dibujada entre suplicios bajo la cordura de mi mente. —Respondes con incredulidad.

— ¿Te parece? <>, ¿Recuerdas? –Con perversión y sonriente, digo.

Al cabo de unos minutos, decides absortarte en otras sensaciones, encontrando mis roces en los espasmos húmedos que te cede un tenue baño. Mas, era ineludible el no continuar con tan leve charla, respondiendo con risas fragantes e incuestionables siseos emitidos con calor y halitos enmudecidos.

Me dediqué, entonces, a preguntarte, ¿Qué estás haciendo, mi Chiquilla? ¿Frunces tus labios u otro carmesí o, arañas tus piernas bajo el rocío de la sosegante ducha?

No escuché palabra alguna capaz de alegarlo. En su lugar, reconocí en tu sombra el deliberado frenesí que experimentabas mordiendo tus labios y, apretando tus senos mientras tus piernas firmes se veían victimas de tus dichas corporales, siendo arañadas; ahora, de forma casi inevitable, jugabas dentro de ti; pronto, el vapor del agua, te ofuscó, perdiendo mi mirada, quien libérrima y cautiva permanecía siguiendo tus ritos…

Me limité a confesarle que ya no gozaba de la misma amplia gama de palabras con las que recurría a sensaciones; sus juegos corporales alimentaban la sed de mis estrépitos cultos martirizantes; así que le pedí que continuase hablándome de sus recorridos…

— Mi mano desciende, -contestó-, arañando lentamente mi cuello hasta desembocar anhelante en mis senos, quienes prisioneros de su fuerza se estremecían complacidos…

Sonriente mientras no hacía mas que contener los deseos mancebos de mi cuerpo, notaba como dicho tacto caía en la cuna de su abdomen hasta reconocer su vientre como frágil y exaltado. Mis labios desmesuraban las fragmentaciones de tiempo que nos separaban, estando tan próximas.

— ¿Cómo estás? –pregunté.
— Húmeda y sedienta de placer –contestaste.

Sales. Te posas frente a mí y exiges ser complacida mediante el contacto piel contra piel, mostrando, a su vez, el frío que sumía tu tez erizada.

Socavada de proezas y rastros blasfemos, me tiendo sobre ti, devorando cada atisbo y beso que me sea posible corroer. Mis manos rasgaban con locura el tino que inmovilizaba tu cuerpo, hasta leerte entre sus ritos, energúmena y sedienta.

Tus manos, como si fuesen versos libres, se acunaban en mi cabello drenando la lujuria que las cohibía sobre el sollozo de mi pecho desnudo y gélido. Mi cuello se sucumbía al decirte, -lámeme-; me pregunté sumida en el miasma de nuestros gemidos, ¿cuánto tiempo he de esperar para renacer impune entre sus brazos y dientes? Solo los roces retorcidos de tu cuerpo dictaban alguna respuesta entorpecida a cuesta de dudas.




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Ya era hora de que publicase este relato. Es el resultado de una placida charla, un breve juego de palabras con incipientes sensaciones. Fue escrito aproximadamente el 14 de Diciembre del 2008; mas, ahora, lo comparto... espero sea de su agrado, mi querido lector...


Hasta entonces, me despido...

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