30-01-09
Las noches no terminan, aún siento la ausencia de frases dedicadas a alguien a quien no reconozco; escribo para ti y para nadie. Escribo vislumbrada entre sombras y olvidos, escribo sin guía ni objetivo, pues, eres mi infinito y, al señalarte en el… veo como eres concebida entre el absolutismo de mis carencias y ensueños. Las estancias se muestran tangibles mientras cada proyección de luz empieza a extenderse en el eco que me hace recordarte carcomida y vulnerable ante mi mala memoria.
Mantendré mi sencillez, seré explicita, conversaré con los silencios cáusticos de tu voz enmudecida, sosegada y dudosa… conversaré con la efigie de tu ser, reconociendo tu alma como el espejo de tu integra soledad. Trasmutaré a tu piel, sorbos de mi esencia en su estancia de solubilidad entre atisbos de insensatez y dotes de alguna forma de ‘comunicación’. Pálpitos cóncavos e incipientes siento… ¿tuyos? -¡je!- parecen ser míos.
¿Dudas? En medio de cualquier rasgante desdén lo hago y, siento como desde el calor eufórico de tu cuerpo se desprende la comunión de preguntas seguidas de sinfines de por qué; a su vez, limitaré la dinámica de mi piel a tan sólo obrar sobre la tuya, fragante. Es curioso, es inquietante el saber cómo la unión de alguna sucesión de puntos, metas, retos y sucesos osan corromper hilares de sensaciones enajenadas.
¡Cuán sutil! ¡Cuán irreconocible! A duras penas lograría firmar con besos esta carta sobre tus labios; mientras… solo dedico a la variabilidad de tu nombre, un te quiero sin rumbo y un volátil ‘hasta luego’, esperando que mis líneas te palpen y mis sentidos se entrelacen a la estabilidad que envuelve tu vibrante y lánguida carnosidad…
Como sufijo adverso a la gramática que profetan algunos intelectuales que desean sentirse grandes, adjunto a estos balbuceos literarios el atisbo del limbo en que conversamos mediantes miradas y saludos sin correspondencia. Se dice que hay que olvidar para poder vivir; mas, como las hojas fugitivas del otoño, todo ha de renacer en la primavera que enrojece el fervor tus contorneados labios.
El invierno está por llegar, no olvides relegarme de él y, continua percibiendo entre la lejanía el rito frenético de mis incesantes pasos siguiendo el pulso reivindicador de los tuyos. La noche es sublime, el parpadear del día es bello cuando me veo renacer en tus ojos; ¿tal alba existirá? Mientras, me veré salpicada en los suplicios de algún nostálgico atardecer implicado en la última dimensión de tu ser; pues, eres mi instinto inconsciente: la sabiduría de mi arte.
- “(…) Y es entonces cuando soy dibujante, y ella me permite que le llame –mi arte.”
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