martes, 30 de septiembre de 2008

Aquella noche...





Aquella noche, permití que mi cigarrillo, jamás ausente, se consumiese entre su propia abstinencia; creando suspiros, -¡faena de sentidos!- Y observando el estallido de tus labios sobre mi cuerpo extasiado, fui sumisa ante el candor de amenas sabanas, fui depredada por el holocausto de tus palabras, mientras el paroxismo de mi mirada, vislumbraba tu tez erizada en el sollozo que te carcome al estar en calma. ¿Percibes mis manos acallando tus trémulos senos?

Orgiástica parece ser dicha instancia, pues, nuestro testigo con parsimonia permanece frente a nuestras efusiones. Testigo de mis deseos carnales, y la hoz de tus instintos pasionales. Tomaste mis manos hasta posarlas sobre cada extremidad cautiva de la adicción de mis besos, mientras socavaba tu insospechable desesperación mediante roces destajadores. Tu piel se abría con la misma fluidez con que martirizabas la cicatriz de tus desaciertos corporales, al exiliar de entre tus piernas la tensión que frente a mí, te reprimía.

– ¡Estrújame! -, decías.
– No tengas tanta prisa, aún nuestros labios no se han desgastado ni nuestras lenguas insípidas se muestran. Apenas empiezo a forjar mis caminos sobre la cuna de tu piel… espera…

El sonido de tu excitación enviaba vibratos sórdidos en la sombra que se formaba entre el atisbo de nuestros cuerpos. Tierna, desprotegida… hermosa, de esa forma te contemplaba, mientras rasgabas mi espalda, exigiéndome a través de gemidos, que sosegara el nerviosismo de tu voz… -bésame. Haz de mi boca algún despojo insignificante de la tuya-.

- ¿Qué esperas? Siento mis poros desinhibir fluidos que poco a poco, caerán sobre el vaivén afrodisiaco de tu ser. –musitas. Ahora, te pido que hagas de mis sofocadas peticiones el prolijo de tus actos; consume mi cuerpo, como si fuésemos tizones entrelazados frente al averno.

Aprisionaba tus senos entre mis manos, buscaba el brillo de tus ojos para dedicarte en silencio la sonata de mis pasiones. Tu lengua buscaba mi cuello; tus dientes, mis labios; y tus manos, los vestigios más recónditos y casi solubles de mi cuerpo. Teñíamos de aromas los almohadones, mientras arraigábamos en ellos nuestra esencia. ¡Gritabas! ¡Sonreías!

“No conocía piel mas dulce que la suya, no encontraba fragua como la de sus brazos ardientes, ni calor como el de sus pechos, jamás había probado del vino de sus carnosos labios. Sintiéndola sólo mía, recordaba alguna frase lejana que decía – el amor no es sino la necesidad de sentirse con otro-, y es cuando al verte atiborrándome de caricias, entregándote a la clemencia de mis intensiones, rompo el ritmo de aquella danza”.

Ahora, complazco al estallido de tu voz, estrujándote entre las garras que penetran la pureza que te envolvía. Inmóvil permanecías, te inquietabas entre el suplicio de tus orgásmicas vociferaciones. Tu pulso se intensificaba, y yo alimentaba mis tendencias con tus convalecencias.

¡Daj! –asentías con dificultad.


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He aqui, despues de algun tiempo una breve historia inconclusa y plagada de errores. Un poco vieja; mas, osare compartirla con todo aquel que guste pasearse curioso y empedernido sobre estos espacios delimitados por palabras.

Besos..

^^