sábado, 4 de abril de 2009

Abandono

12-02-09

Siento celos del tiempo, pues te palpa inmemorablemente cada vez que te desdibujo al ausentarme entre presencias taciturnamente cóncavas, entre seres más vacios que completos. Sus flagelos contornean cada espacio creado por mis manos y hacen de tu piel algún vestigio espasmódico de mi imaginación –no era esta la forma en la que te recordaba---musitaré esta y cada noche en que reproches el por qué de mi sombra alejándose de la alcoba, mientras recorro los escombros en los que jugábamos a querernos cuando niños, hasta llegar al patio donde dejamos de jugar y empezamos a amarnos con la fragancia del frenesí, fue allí donde te recordé… invulnerable ante el tiempo y el deterioro de la mala memoria.

Te dibujé de nuevo. La flacidez de tu tez fue sólo la alegoría de mis quejumbrosas obligaciones, tus constantes preguntas y sermones intentaban ser mi tino y atarme a dicha cordura flagelando todo atisbo. El dulzor de tus ojos brillaba como nunca. Tu sonrisa evocaba sentires fragantes mientras al mirarte notaba cómo aquella travesura consumía el vigor de nuestras voces con el tiempo; --siempre he sido algo posesivo—reconocí. Jamás olvidaré los aromas que se despiden desde tu piel al compás de mis peticiones.

Siento celos del tiempo porque solo él te vio envejecer. Siento celos de la distancia porque solo ella me quita el tiempo que suelo dedicarte. Mas, te siento como aquella presencia entrañable mezclada homogéneamente con la ficción que se esconde tras ausencias.

Retomo instancias. Sólo veo vejez y aquella inmutable imagen que retorcía mis hechos hasta hacerlos parte de mi sentencia vivida. Allí yazco, viendo el retazo representado por mi rostro postrado en aquella cama en la que relegué su compañía; el espacio era corto, pero su calor íntimamente acogedor. Las disputas eran abrasantes, cada palabra rasgaba el Edén de perdones que me absorbían al ser retenidos. Conversábamos entre refutaciones sin sentido e incoherencias fortuitas de proezas insensatas: yo con mis celos energúmenos, y tú, con tu gran revuelo entre la faz que acoge a todo ser supremo e inmaculado… --ni siquiera mis manos lograron acariciarte íntegramente desde que abandonamos la libertad con que gozábamos en la penumbra--.

La belleza se despojaba de ti mientras me despedía sentado a tu lado con un simple y trivial –buenas noches-.

Las noches inhalaban mi rostro, las sabanas bebían todo rastro húmedo antes de ser sumido por mi piel, mi voz se sosegaba enmudecida entre gritos que se desvanecían al palparte como si estos fuesen tus pesadillas. Agitado me dedicaba a contemplar destellos enrojecidos palpitantes, mis uñas se adherían a mi piel, mientras un lento y martirizante movimiento cautivaba mis dientes destrozando mis labios; tal frenetismo no era propio de mi, hasta hacia unas pocas noches en las que lo abstracto se amoldó a mi frivolidad como remordimiento.

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Aun sigo marcada por Isabel Allender, como podras notas, je!..
Antes de despedirme, mi querido lector, espero halla disfrutado esta breve elocuencia de mi tacto...

Hasta entonces...

Balbuceos...

15-02-09
He escrito por celos. He escrito por abandono. He escrito por atisbos inmutables. He escrito por carencias entrañables. He escrito por pasión y deseo…. Y escribí por ti; por aquella gama de recuerdos que se condensaban justo en el momento en que levantabas tu titubeante mirada al cielo reconociéndome entre el desdén de destellos al llorar, puede que te hallas preguntado que si al igual que el sol, mi mirada te habría abandonado.

Es fácil fingir, pasar por alto lo inevitable y hacer trascendental todo sentimiento que no deba ser alimentado mientras nos hace perecer. Es fácil ser el ciclo de lo monocromático y absurdamente inexplicable. Somos aquella ‘normalia’ que se ve delimitada por temores y quejumbrosas hipótesis sobre lo que somos y no seremos; eso somos: la triste fachada de lo irónico. Y es así como te veo, adjunta a la trivialidad de la conducta, siguiendo pasos ajenos e inmaculando tus proezas con inocencia… es, simplemente, el mismo rostro.

Otra mascara, un nuevo recital de lagrimas en tu nombre y, el tejado de mis alternativas desmesurándose entre el matiz de sus colores anímicos. Otro rostro, una nueva sonrisa; ¿Me miras? Sonríe… sigo aquí, prisionera de la abstinencia, demoliendo recuerdos y forjando fronteras.

Te dedico esta instancia en la que no hay cielo, en la que las tórridas corrientes flagelantes del viento también se ausentan; te dedico mis oprobios e infortunios literarios, así como la errada silva de mis líneas dibujando tu nombre entre versos cuya métrica se desconoce. Cada palabra es desconcertante, y cada letra pierde sentido mientras yo, carente de sensaciones y entregada a la sulfuración de mis poros, hago de mi visión e imaginación alguna imagen desorbitante y agitada entre los espacios de mi respiración. Los colores decaen, todo se degrada coordinadamente con cada lágrima: Mi lámpara… mi habitación… mi cama… tu rostro, tu voz, el eco caustico de tu presencia y, tu aroma: toda una entera comunión desbordándose en una desligada entrega.

De nuevo escribo, sólo que entre tantas incoherencias no diviso el por qué… tal vez sea para ti, no lo sé.

Escribo para ti y para nadie. Tercera parte

02-02-09

326 días han pasado desde que me dedicaste el sórdido aire que respiras entre el caos de tus reprochantes memorias. Las extensiones de verdades inciertas se cuelan en el frio que vislumbra aquellas frases celebres que martirizan los indicios de tu voz exánime. Justo ahora, más que nunca, siento como filtras el solitario sonido que respiras al escucharme, bebes las fragancias insípidas trasmutadas en rastros y, acaricias aquellos confines que los destellos prohíben; mientras, me dedico a imaginarte velada por la penumbra de alguna melodía fugitiva, lacerando la incertidumbre de mi cuerpo desatinante; empezando entonces, con cierta indiscreción alguna conversación imprudente con breves imágenes que te dibujan entre los espasmos que mi lucidez llama recuerdos inmemorables… sólo frutos de fuentes lejanas e intuitivamente deseadas. Dime y, responde con sinceridad, ¿Cuándo me llevaras a soñar en lugar de vivir? ¿Cuándo será tu sombra el flagelo de mi presencia? ¿Cuándo podré indicarte aquel paraje que te llevará al sepulcro de mis labios? Y, dedícate a acariciar dichas sensaciones sintiéndome, a media luz… si estas allí.

¡Vaya enloquecedora que se tornan las búsquedas! Cuán traslucidos son los retratos que imprimen los sonetos de nuestros balbuceos infernales y vibrantes. Todo es concebido entre los tic tac, tic tac del tiempo en su inquietante e infinita duración.

Duermo. Ya ni mis ansias toleran los efectos colaterales del insomnio y los fármacos que ingiero: entre mentiras e infamias tus manos perciben el gélido hedor de la fragua que represento; escucho el eco de tu voz diciéndome --¡Filtra! ¡Bebe! Sacia tu sed en mi piel. Con tus manos desgarra mi tez. Frunce mis labios bajo el manantial que empaña el rito de nuestros cuerpos ahogándose en la más profunda de las pasiones, agónicamente…

(..) Permíteme estrujarte y, en besos, poseerte. Haciendo de tus sentidos cuál pecado digno de mi devoción y, de tu sangre el vino que transitará entre los bálsamos de tu cuerpo, ahogando mis dientes en el estertor de tu piel--.

Tic tac, tic tac, tic tac. Despierto agitada destilando pesadillas que sólo me conducen a la misma y monótona pregunta. Sentidos trémulos. Palabras que se detienen en constantes tartamudeos. Sólo… un hálito, una decadente vociferación: ¿Estás allí?

Cada infinita noche trae consigo mis desvelos e infortunios sueños. En cada noche te busco… te buscaré y, por unos instantes creeré que te habré encontrado… sonriendo, desdibujado entre la clemencia que hace demencial a mis labios bajo el mortuorio brío de las estrellas al amanecer. Así que, te esperaré esta noche, y la siguiente, y la siguiente, y la que le sigue a ésta. Sencillamente, te esperaré, jugando a dormitar entre mis ángeles y demonios: bajo el llover de las estrellas o, bajo el caminar de voces sanguinarias con las que sólo con mirarte logro palparte; entre tanto y mucho más, lo haré.




Escribo para ti y para nadie..Segunda parte


30-01-09

Las noches no terminan, aún siento la ausencia de frases dedicadas a alguien a quien no reconozco; escribo para ti y para nadie. Escribo vislumbrada entre sombras y olvidos, escribo sin guía ni objetivo, pues, eres mi infinito y, al señalarte en el… veo como eres concebida entre el absolutismo de mis carencias y ensueños. Las estancias se muestran tangibles mientras cada proyección de luz empieza a extenderse en el eco que me hace recordarte carcomida y vulnerable ante mi mala memoria.

Mantendré mi sencillez, seré explicita, conversaré con los silencios cáusticos de tu voz enmudecida, sosegada y dudosa… conversaré con la efigie de tu ser, reconociendo tu alma como el espejo de tu integra soledad. Trasmutaré a tu piel, sorbos de mi esencia en su estancia de solubilidad entre atisbos de insensatez y dotes de alguna forma de ‘comunicación’. Pálpitos cóncavos e incipientes siento… ¿tuyos? -¡je!- parecen ser míos.

¿Dudas? En medio de cualquier rasgante desdén lo hago y, siento como desde el calor eufórico de tu cuerpo se desprende la comunión de preguntas seguidas de sinfines de por qué; a su vez, limitaré la dinámica de mi piel a tan sólo obrar sobre la tuya, fragante. Es curioso, es inquietante el saber cómo la unión de alguna sucesión de puntos, metas, retos y sucesos osan corromper hilares de sensaciones enajenadas.

¡Cuán sutil! ¡Cuán irreconocible! A duras penas lograría firmar con besos esta carta sobre tus labios; mientras… solo dedico a la variabilidad de tu nombre, un te quiero sin rumbo y un volátil ‘hasta luego’, esperando que mis líneas te palpen y mis sentidos se entrelacen a la estabilidad que envuelve tu vibrante y lánguida carnosidad…

Como sufijo adverso a la gramática que profetan algunos intelectuales que desean sentirse grandes, adjunto a estos balbuceos literarios el atisbo del limbo en que conversamos mediantes miradas y saludos sin correspondencia. Se dice que hay que olvidar para poder vivir; mas, como las hojas fugitivas del otoño, todo ha de renacer en la primavera que enrojece el fervor tus contorneados labios.

El invierno está por llegar, no olvides relegarme de él y, continua percibiendo entre la lejanía el rito frenético de mis incesantes pasos siguiendo el pulso reivindicador de los tuyos. La noche es sublime, el parpadear del día es bello cuando me veo renacer en tus ojos; ¿tal alba existirá? Mientras, me veré salpicada en los suplicios de algún nostálgico atardecer implicado en la última dimensión de tu ser; pues, eres mi instinto inconsciente: la sabiduría de mi arte.

- “(…) Y es entonces cuando soy dibujante, y ella me permite que le llame –mi arte.”

Escribo para ti y para nadie.. Primera parte


28-01-09

Te escribo entre carencia. Necesito de ti. Me he perdido entre las lunas que me recordaban tu nombre, ya no sé si existes entre atisbos inexplicables. Estas son las incoherencias que se leen entre fármacos y espacios dictados por el humo de algún cigarro y aquellas ausencias que carcomen la calma a cuestas de dudas reconocidas como ilegibles e insensatas; esta soy yo, absortándome entre aquella amplia gama que dibuja tus labios mientras me complacen con un prorrumpido –te quiero-. Es, tal vez, incomprensible mi absolutismo pero, eres la droga que aun no he empezado a consumir y ya soy adicta a ella… te necesito; como palpito, como sustancia… como el rito trasmutado a margen en mi vida, como el equilibrio que rige cada uno de mis inestables pasos.

Por primera vez, me ‘expreso’ con tanta sencillez y sabes muy bien que no me caracterizo por ello. No sé quien eres, no sé que clase de nombre leo mientras vagamente pienso; sólo…percibo y allí te encuentro, tan mía…tan soluble y ajena. Imagino voces, ¿Serán tuyas?

Me trae nostalgia el no encontrarme entre cada gota de tinta que derramo con torpeza sobre esta nota sin ser impresa. Cuánta calma me trae el imaginarte. Te lo doy todo en el vaivén de tu irreconocible presencia. ¿Quién eres? ¡Muéstrate!

Entre el sinfín de horizontes que se muestran en la fragua de mis somnolientos parpados, sollozante te veo… realzo mis manos, tratando alcanzarte. ¡Estas tan lejos..! Ya no hay senderos, tal parece que no hay más sueños en los qué dormitar. La nitidez de mis pupilas se ofusca, ¿sueño? –¡ja!-, sólo un par de lagrimas que aclaman ser liberadas… ¿Por qué tan traslucidas? ¿Por qué tan demencial ha de ser el sortilegio que representas?

Delega respuestas abstenidas para mi entre el azar del otoño y sus hojas secas. Relégame de tus desaciertos de invierno y hazme primavera…

Permíteme reconocerte, leer tu nombre en los umbrales de mi inconsciencia, se veraz… se mi tino… y desconciértame… exacerbera mis sentidos con el disfraz menguante de tu voz. Te siento; mas, no te tengo.

Por la charla evocadora de aquella noche.. D




Cada halito impregnado de vida creaba alegorías de deseos. Los espacios dictaban sonetos cáusticos de presencias entrañables bajo el estertor de la distancia. Buscaba el reto que contornea tus rastros, inmutando tu mente, rasgando recuerdos y, torturándote entre ellos.

Torturarte… para darle sentido al verbo, y demostrarte su eficacia e indudable fervor, te haré ver sangre… tu sangre. Seré más veraz y furtiva que un mordisco, seré filosa e impávida sobre tu piel, y tú, serás lo que te preside antes de ser mi vástaga, mientras me divierto con tus breves e incipientes quejidos. Daré rienda suelta a mis instintos sobre tu piel, hasta que tus gritos cesen y mi sadismo mengue. El cántico sanguinario será entonado por el crujido de mis dientes adentrándose en tu tez suave y lozana, el brillo determinado por tu pudor será mío y el miedo creado en estancia de tales fluidos acallará tu voz, inhibiendo las ansias que salen a flote entre la insoslayable excitación.

— Ha pasado un milenio de lunas, mi chiquilla. ¿Crees poder hacer aflorar mi sed y colmillos, ejecutando la parsimonia con que envuelta entre mis desvelos e imágenes, te entregas empedernida? ---Pregunté con cierta intriga e instigación.
Sólo recuérdame pedirte que me tortures, dicho momento… despide tanta belleza como la emitida por la silueta de tu cuerpo dibujada entre suplicios bajo la cordura de mi mente. —Respondes con incredulidad.

— ¿Te parece? <>, ¿Recuerdas? –Con perversión y sonriente, digo.

Al cabo de unos minutos, decides absortarte en otras sensaciones, encontrando mis roces en los espasmos húmedos que te cede un tenue baño. Mas, era ineludible el no continuar con tan leve charla, respondiendo con risas fragantes e incuestionables siseos emitidos con calor y halitos enmudecidos.

Me dediqué, entonces, a preguntarte, ¿Qué estás haciendo, mi Chiquilla? ¿Frunces tus labios u otro carmesí o, arañas tus piernas bajo el rocío de la sosegante ducha?

No escuché palabra alguna capaz de alegarlo. En su lugar, reconocí en tu sombra el deliberado frenesí que experimentabas mordiendo tus labios y, apretando tus senos mientras tus piernas firmes se veían victimas de tus dichas corporales, siendo arañadas; ahora, de forma casi inevitable, jugabas dentro de ti; pronto, el vapor del agua, te ofuscó, perdiendo mi mirada, quien libérrima y cautiva permanecía siguiendo tus ritos…

Me limité a confesarle que ya no gozaba de la misma amplia gama de palabras con las que recurría a sensaciones; sus juegos corporales alimentaban la sed de mis estrépitos cultos martirizantes; así que le pedí que continuase hablándome de sus recorridos…

— Mi mano desciende, -contestó-, arañando lentamente mi cuello hasta desembocar anhelante en mis senos, quienes prisioneros de su fuerza se estremecían complacidos…

Sonriente mientras no hacía mas que contener los deseos mancebos de mi cuerpo, notaba como dicho tacto caía en la cuna de su abdomen hasta reconocer su vientre como frágil y exaltado. Mis labios desmesuraban las fragmentaciones de tiempo que nos separaban, estando tan próximas.

— ¿Cómo estás? –pregunté.
— Húmeda y sedienta de placer –contestaste.

Sales. Te posas frente a mí y exiges ser complacida mediante el contacto piel contra piel, mostrando, a su vez, el frío que sumía tu tez erizada.

Socavada de proezas y rastros blasfemos, me tiendo sobre ti, devorando cada atisbo y beso que me sea posible corroer. Mis manos rasgaban con locura el tino que inmovilizaba tu cuerpo, hasta leerte entre sus ritos, energúmena y sedienta.

Tus manos, como si fuesen versos libres, se acunaban en mi cabello drenando la lujuria que las cohibía sobre el sollozo de mi pecho desnudo y gélido. Mi cuello se sucumbía al decirte, -lámeme-; me pregunté sumida en el miasma de nuestros gemidos, ¿cuánto tiempo he de esperar para renacer impune entre sus brazos y dientes? Solo los roces retorcidos de tu cuerpo dictaban alguna respuesta entorpecida a cuesta de dudas.




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Ya era hora de que publicase este relato. Es el resultado de una placida charla, un breve juego de palabras con incipientes sensaciones. Fue escrito aproximadamente el 14 de Diciembre del 2008; mas, ahora, lo comparto... espero sea de su agrado, mi querido lector...


Hasta entonces, me despido...