01-04-16
Me encanta la convivencia, la plenitud de un vínculo cálido y afectivo.
La calidez que emite el cuerpo de quien, al parecer, quiere de verdad. Me encantan
esos abrazos de cuerpo con cuerpo, los besos en la nuca y las caricias en la
espalda... pero no de cualquiera, no de completos extraños... no a la deriva. Me
encantan las formas y los contornos a oscuras, el brillo de la piel al
desnudarse y el fervor de la voz cuando se estremece. Me gustan las imágenes,
¡me encantan las tuyas!
No tengo palabras, mi alma enmudece bajo el sosiego forzoso del miedo a
que el verbo no sea verbo, a que el ‘nosotras’ se extinga... a que dejemos de
resonar.
Solía ser punzante, insoslayable... quisiera ser de nuevo la hoz de
tu tino, pero el margen de tus aciertos. Quisiera que con tus manos tomaras mis
brazos fuertemente y apretaras mi cuerpo contra el tuyo en un intento de
fundirnos, quisiera que el fervor de tus labios me despojara de toda incertidumbre…
quisiera robarle sorbos de sobriedad a la moral para sentirme próxima a la
verdad estando contigo. Arrancarte las mentiras y tragármelas.
Y es que de pronto todo
toma otro rumbo, las palabras se voltean para vaciarse tergiversadas exhumando errores
y confesiones a medias. Hablamos de nombres y los usamos como si su veracidad
se antepusiera a la del verbo, a la de ese augurio de insensatez y arrobos de
complacencia y, a veces, de hipocresía. Así que, de momento, podemos
permitirnos mentir, sonreír con benevolencia porque ahora, el verbo, no lo
somos nosotras.
Pero no me alcanza con tenerte a medias, así que cito “(…) estoy cansada
de tenerte y no tenerte, como esas estrellas fugaces que vuelven y luego de un
tiempo se ausentan”; intento contemplar la idea/posibilidad de un amor
compartido para evitar desvelos o preocupaciones, ¡pero me resulta inconcebible
un amor que no grite! ¡Que no gima de celos ni se arrastre de pasión!
Así que allí me encuentro, buscando tenerte pero intentando no quererte
demasiado; como quien busca olvidar, pero sigue recordando. No sé qué hacer con
mis deseos a medio cumplir ni con las inquietudes que me atormentan al pensarte
y descubrir que ésto no tendrá nombre porque el desconcierto de mi ansiedad
nocturna es posesivo y obsceno; porque tu imagen me retuerce, y las voces de
otros autores me conducen a aquella sinuosa forma que idealizo bajo tu nombre,
o bajo el espectro de lo que creí eras.
Creo que no existen puntos medios y que un punto y coma es una pausa
demasiado corta para nosotras. Puede que este sea el único medio en que
consiga comunicar o drenar aquello que
me impide despertar tranquila o dormir sin anhelar un poco de ese abrazo cuerpo
con cuerpo… piel con piel.
Adriana De Sá.